Lo que estoy pensando

Cincuenta y cuatro voces rojas, verdes y moradas. Publicado hoy en elplural.com

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http://www.elplural.com/2014/02/28/cincuenta-y-cuatro-voces-rojas-verdes-y-moradas/

En menos de tres meses, los españoles acudiremos a las urnas para elegir a 54 hombres y mujeres que nos representarán en el Parlamento Europeo durante los próximos cinco años. En medio del descrédito de la política –así hay que reconocerlo, por mucho que amargue– quizá no hay nada tan desacreditado como las instituciones europeas. Es cierto que, durante décadas, Europa sólo ha sido una burocracia lejana, a veces incomprensible y, últimamente, una madrastra cruel. Los comicios europeos son, con mucho, los menos participativos en España donde, afortunadamente, los procesos electorales son siempre multitudinarios. Sin embargo, el próximo 25 de mayo, los españoles –y los europeos– nos lo jugamos todo. Dice el actual presidente del Europarlamento que ésta es la última oportunidad de reformar la Unión Europea. Y de esta reforma depende, entre otras cosas, la salida de la crisis económica. No hay que perder de vista, como enseña el profesor Leyde, que la idea de una construcción europea irreversible es una percepción falsa pues la Historia demuestra que cualquier proceso social puede ser revertido. Y no podemos consentirlo.

La Unión Europea debe ser reformada para que pueda sobrevivir. Y de la supervivencia de las instituciones europeas depende también nuestra propia supervivencia. Durante los últimos años, los mercados se han apropiado de la idea de Europa para ejecutar las políticas de austeridad a toda costa, y, con ellas, cualquier tropelía en nombre de la Economía parece justificada. Y no es verdad. Se vierten lágrimas de cocodrilo a cada nuevo recorte porque «no hay más remedio» como dice Rajoy o alguno de sus ministros y hasta ellos saben que no es cierto.

Más allá de las lecturas políticas internas que se puedan extraer del resultado de las Elecciones Europeas (donde los españoles tenemos la mejor oportunidad de decirle al Gobierno que no está haciendo bien las cosas), Europa debe ser reformada con el mantenimiento del Estado del Bienestar como fin supremo, y no como excusa para seguir recortando. La solución a la crisis económica pasa por la reforma de la Unión Europea. Uno y otro problema están ligados y, por eso, hay que elegir cuidadosamente a los 54 hombres y mujeres que los españoles enviaremos a Estrasburgo.

La crisis económica es real, nadie lo niega. Pero no es un castigo divino, ni una catástrofe natural ni un mal hado del destino. No. La Economía es una obra humana, cuyos beneficios redundan en las personas y cuyos estragos son padecidos por ellas. No hay nada sobrenatural en ello y por eso los socialistas nos negamos a aceptar recortes y restricciones como un dogma teológico, y más aún cuando comprobamos que la amarga medicina recetada se la han de tomar siempre los mismos.

En la Grecia clásica, el término «crisis» significaba ruptura o elección pero con el matiz de referirse a algo que era estable hasta ese momento y que perdía estabilidad. La UE está exactamente así: inestable. El escepticismo sobre Europa es el primer enemigo a vencer y más aún cuando hay gobernantes irresponsables que culpan a la lejana Bruselas (que parte de culpa tiene también) de su propia incompetencia. El continente se empobrece, sobre todo en los países del sur, por culpa de la suicida miopía de algunos dirigentes que sólo son capaces de ver las cosas a corto plazo. Es un lugar común asegurar que la UE es un gigante económico pero un enano político. La crisis ha hecho que el gigante adelgace mucho, pero si no elegimos bien a nuestros 54 eurodiputados, es posible que el coloso se nos muera, de la misma forma que hace ya años que enterramos al enano.

Una Europa con predominio progresista puede y debe levantar un nuevo modelo sustentado en valores éticos. En la que prevalezcan los fines públicos sobre los intereses privados, donde los valores éticos rijan la actividad económica, un espacio respetuoso con la naturaleza por solidaridad con las generaciones venideras y con la igualdad en su sentido más amplio. Un espacio, en definitiva, donde las personas y las colectividades puedan desarrollar su proyecto de vida de acuerdo con los principios de igualdad, solidaridad y libertad.

En la Conferencia Política que los socialistas celebramos el pasado mes de diciembre, Elena Valenciano dijo que nuestro partido salía de aquel encuentro «más rojo, porque está más a la izquierda, más morado porque es más feminista y más verde porque es más ecologista». La solución a la crisis económica pasa por la reforma de las instituciones europeas y estas no serán útiles si no sirven para redistribuir la riqueza (más roja), si no velan por el mantenimiento del medio natural (más verde) y no garantizan la igualdad de todos sin importar sexo, raza, religión, nacionalidad o clase social (más morada). Las políticas neoliberales que consagraban los mercados han generado aberraciones que solo una apuesta desde la socialdemocracia pueden erradicar.

La Unión Europea –como toda obra humana– no es eterna. Puede desaparecer, ahogada por el descrédito, desangrada por una pobreza que no sabe atajar y atacada por una extrema derecha que crece alarmantemente en democracias con tanta solera y tradición como Suecia u Holanda. No es casualidad que tales males infecten su sistema central. Los mercados, cómo si fueran númenes invisibles portadores de la fatalidad, no quieren una Unión Europa de los ciudadanos y de sus representantes políticos sino una Europa de mercachifles que, con tal de cuadrar el balance, son capaces de vender los derechos de los trabajadores que son los garantes, no lo olvidemos, de la paz, el progreso y la prosperidad. De la misma manera que el presidente norteamericano F.D. Roosevelt sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión gracias a las políticas del New Deal (el nuevo acuerdo), nos hace falta un New Deal europeo que incluya conceptos nuevos que garanticen el Estado del Bienestar durante otros cincuenta años. No tengamos miedo a la hora de crear una nueva política fiscal para que pague más quien más tenga; acabemos con los paraísos fiscales; potenciemos a los innovadores; fomentemos nuestras industrias culturales; endurezcamos los regímenes de incompatibilidades de los cargos públicos; democraticemos las instituciones europeas; acabemos con los clanes burocráticos y los lobbies de dueños oscuros y tenebrosas intenciones. Por eso debemos elegir con mucho cuidado a los 54 hombres y mujeres que han de acometer tantas y tan difíciles tareas. 54 voces rojas, verdes y moradas.

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